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jueves, 19 de abril de 2007

Ampliando horizontes

Por ahí de 1989 debo haber conocido a Omar y a Pablo. Pablo era todo un caso: escribía y tenía bastante potencial, cantaba emulando a Jim Morrison, y en esos días era consumidor de charanda.

Por otro lado, Omar tocaba la guitarra, y algo que me llamó la atención fue su peculiar estilo con tintes de rag time y blues. Incluso años después me vendió un libro buenísimo de cuentos beat neoyorkinos, lo cual fue una lectura diferente y atrevida.

El caso es que a Omar le vendí mi segunda guitarra para pagar mi inscripción a la universidad; una Yamaha roja (excelente instrumento).

Me parece que nos habremos juntado para tocar unas 5 veces, e incluso en una ocasión intentamos participar en un concurso de talentos de mi escuela, con la mala fortuna de que se voló el sistema de audio.

Pero recuerdo especialmente una de esas sesiones donde hicimos el experimento de tocar totalmente a oscuras. Era improvisación pura. Aunque al principio es desconcertante, poco a poco tomó forma y aunque por desgracia no hay una grabación, fue una gran experiencia. Una especie de entrenamiento ninja para despertar otros sentidos. Es como en esa película donde metían a una persona en un tanque de aislamiento para meditar; incluso el sonido crea un ambiente por si mismo, ya sin los distractores visuales comunes.

Un gran jam, obscuro y misterioso.

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